El Árbol de Guernica. Discurso en la solemne velada celebrada en San Sebastián el 11 de julio de 1906, con motivo de las fiestas Euskaras, y organizada por el Consistorio de Juegos Florales.

Autor

Campión, Arturo (1854-1937)

Título

El Árbol de Guernica. Discurso en la solemne velada celebrada en San Sebastián el 11 de julio de 1906, con motivo de las fiestas Euskaras, y organizada por el Consistorio de Juegos Florales.

Formato

279-292 (315 p. 20 cm)

Tipo

Capítulo de libro - Discurso

Fecha

1907

Idioma

es-ES

Identificador

14647

Fuente

Koldo Mitxelena

Tipo de elemento

bookSection

Code

QKYTLAUI

Fecha

1907

Place

Pamplona

Texto

Campión, Arturo (1854-1937). «El Árbol de Guernica. Discurso en la solemne velada celebrada en San Sebastián el 11 de julio de 1906, con motivo de las fiestas Euskaras, y organizada por el Consistorio de Juegos Florales.» En Discursos políticos y literarios /, 279-292 (315 p.; 20 cm). Pamplona: Imprenta y Lib. de Erice y García, 1907. http://w390w.gipuzkoa.net/WAS/CORP/DBKVisorBibliotecaWEB/visor.do?ver&amicus=50812

..."El segundo de los poetas no era fraile; mas si en /(290)/ su época hubiesen quedado Frailes en España, supongo yo que habría acudido á la sopa de los conventos: ¡tal fué de desdichado! La corona de los poetas, antes que de laurel, es de rosas: el pueblo ve las rosas; el poeta siente las espinas. Apellidábase á si propio el "Gran Arlote", expresando con un solo vocablo todas sus miserias. Conocíle yo el año de 1879 en las Fiestas Euskaras de Elizondo. Plantóse allí desde el corazón de Gipuzkoa, peñas arriba, con su vieja guitarra á cuestas y su cayado en la trémula diestra. El color de su modesto traje negro desaparecía bajo el lodo y el polvo del camino. La prócer estatura, aun erguida; la leonesa melena y la copiosa barba, broncas, despeinadas y canas; la expresiva mirada de sus ojos, ora suave como el idilio, ora centelleante como la tempestad, iluminada por la legendaria aureola de su nombre, impresionaba. Aun más intimamente que en Elizondo le conocí meses después en Echarri-aranaz, adonde fui a entregarle cuatro mil reales con que le socorrió la Diputación de Nabarra. La decepción, el desencanto de las primeras entrevistas, se acentuaron entonces. Juzgábale yo, y conmigo otros muchos, con el cruel catonismo de la juventud. Nos le imaginábamos el hombre de un solo canto, el hombre de un solo sentimiento, el hombre que habiendo celebrado la gloria del árbol de Gernika, no le contemplaría caído sin arrancar á la inspiración el grito que sublevase al pueblo, ó el anatema que infamase al tirano. La realidad era otra. Sentado a la mesa, con la botella y el vaso de vino delante, deploraba prolijamente, no las miserias de Euskaria, sino las muchas que a él le afligian ó habían afligido; enredábase en las inacabables memorias, no siempre edificantes de su vida aventurera; refería anécdotas, chascarrillos, cuentos verdes; cantaba cancioncillas francesas, italianas, españolas; úni-/(291)/camente parecía acordarse de que era el autor del Gernikako Arbola, en cuanto este recuerdo servía de título a su angustiosa postulación, entre amargas y justísimas quejas por haberle desenterrado de América, donde él vivía olvidado de sí mismo,y traerle a morir de hambre entre sus paisanos... ¡Pobre Joshe Mari! El arlote, ya ni grande siquiera, llenaba la escena; el bardo desaparecía como una imagen brumosa, del todo fantástica acaso... Mas si el curso mariposeante de los personales sentimientos, ó las sugestiones de los contertulios provocaban la reavivación de la esencia verdaderamente inmortal de Iparraguirre, y ponian en sus labios el himno que nosotros le hubiéramos querido escuchar siempre, saltaba la escoria del viejo arlote y se transfiguraba en símbolo, en hombre representativo de Euskaria y su Libertad!"

A Iparraguirre se le debe aplicar tambien la soberbia frase que Donoso Cortés aplicó a 0'Cónnell y a Olano, de hombre-pueblo. El pueblo euskaldún no ha cantado la odisea de sus peregrinaciones, ni la epopeya de sus batallas, ni el drama de su historia: nada sabemos de él que él mismo no haya transmitido. Es un pueblo mudo. Amaba con delirio sus instituciones, acababa de correr el peligro de perderlas, las habia ya perdido varias veces... y con todo, sus afectos permanecieron encerrados en su conciencia bajo siete sellos. Iparraguirre los rompió y destrabó la lengua secularmentc trabada. Al escucharle, el pueblo euskaldún se oyó a sí propio. El Gernikako Arbola es la poesia menos poética que ha podido inspirar tal asunto; su rima es pobre, pobres sus imágenes, pensamientos y comparaciones; pero es rico, muy rico el sentimiento compendiado en la frase "adorantzen zaitugu - arbola santuba". El culto interno se hizo externo. Por esto es grande Iparraguirre, porque dió forma/(292)/a lo que todos sentian y nadie expresaba; y es grande además, porque aprovechó el momento único que el tiempo proporciona para hacer bien las cosas. En vano otros poetas le aventajarán en galas puramente literarias; en vano le discutirá la crítica y demostrará que la letra y la música del zortziko no son de la misma mano, arrebatándole la paternidad del elemento artístico que más eontribuyó a la propagación del conjunto. No importa: la memoria del arbol de Gernika y la de Iparraguirre son legítimamente inseparables, y la posteridad sentenciará que la estatua de Villarreal de Urrechu esta bien levantada, porque aquélla no es la estatua de un poeta, es la estatua del amor foral; y cual Dimas el buen ladrón, Joshe Mari, el arlote, en un breve instante habrá ganado la inmortalidad"...