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Arabako Foru Aldundia - Diputación Foral de Álava. Uso público del recurso. En enlaces, reproducciones y otros usos citar: Obra original perteneciente a los fondos bibliográficos de la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa Kultura Etxea (Vitoria-Gasteiz). http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/
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Introducción que dice:
"El Anunciador Vitoriano se honra sobremanera, y cumple un gratísimo y patriótico deber, al unirse al duelo general que siente en estos momentos la tierra vascongada por la muerte del insigne y popular poeta autor del Guernicaco Arbola José María Iparraguirre, acaecida hace pocos días en un solitario caserío de Villareal de Urrechua (Guipúzcoa). Hoy, como en muchas ocasiones, dejamos a nuestro querido compañero en la prensa vascongada, Ricardo Becerro de Bengoa, el encargo de cumplir en nuestro nombre con esa gloria euskara, insertando a continuación el siguiente trabajo acerca del inspirado bardo guipuzcoano:
El texto de Becerro de Bengoa comienza:
"I. AYER. Cuando La Paz dio la noticia de que Iparraguirre vivía, y le envió desde Madrid un espontáneo y ardiente saludo, las colonias vascongadas de Buenos Aires y de Montevideo saludarn también al olvidado cantor, que vivía en las orillas de Río Negro, guardando un rebaño de ovejas, y dando lecciones de instrucción primaria a los hijos de algunas familias acomodadas vecinas de aquéllas inmensas soledades. Al saludo de La Paz contestó unánime el deseo de los paisanos de allende el Océano, que quisieron ayudarlo a volver a España, para que su país le honrara y acogiera como merecía. ¡Justo tributo pagado al poeta que, en una circunstancia solemne e inolvidable, había representado a la raza euskara con su inspiración y con su pluma!"...
sigue:
"II. HOY. Iparraguirre llegó a su patria cuando ésta lloraba perdidas sus viejas y veneradas leyes: cuando se enjugaba las lágrimas de sangre que había vertido en la guerra civil. Halló al país triste, desengañado, sin entusiasmo, sin aliento y sobre todo pobre, muy pobre. La madre Ueskaria ha sido saqueada por la guerra infame, sus arcas estaban exhaustas y su corazón velado por el luto. Poco valieron las excitaciones de los amigos del poeta: las diputaciones respondieron a las solicitudes hechas en su favor con una exigua limosna. Se le concedió a Iparraguirre lo puramente necesario para que, viviendo con suma modestia, no se muriera de hambre"...